Carlos Semorile
jueves, 18 de marzo de 2010
LA “MIERDA OFICIALISTA” DEL “CARA-LIBRO”
Quienes hemos trajinado muchas marchas y hemos colmado muchos estadios y plazas no somos ni esclavos del número -que sabemos fluctuante-, ni presas fáciles de un asombro pavote ante convocatorias evanescentes. No obstante, la noche del pasado viernes 12 de marzo asistimos en la Plaza de Mayo a una movilización popular que tuvo y tiene aristas muy interesantes. Nacida y reclamada a través de la red social Facebook por los televidentes de “6-7-8” , la convocatoria apenas si tuvo el auspicio del propio programa, cuyos periodistas -salvo Sandra Russo- se limitaron a anunciarla a último momento cual si se desentendieran de su suerte. Demasiado tarde, sin embargo. Sucede que el público, que sigue con avidez sus envíos y mantiene con el “Fútbol para todos” el mismo vínculo que un sediento con el desierto, se auto-convocó a defender el “proyecto nacional y popular” en una hora de extrema agitación mediático-golpista. Es cierto: otros tantos miles se habían reunido en esa misma semana frente al Congreso y unos cuantos más fuimos a Ferro a combatir “la conjura de los necios”, ese programa apocalíptico mezcla de apatía, insolidaridad y darwinismo social. Pero a los indignados que colmaron la Plaza la otra noche los juntó el “cara-libro”, esa idea menguada de la identidad que supone que una biografía cabe en los pocos renglones de un “muro”. Y es que “6-7-8” viene cultivando un fino olfato político, y sus “fans” han “copado” el Facebook convirtiéndolo en una herramienta de identidad comunitaria y de aglutinamiento transversal. En medio de un periodismo canalla y servil que, a través y por todos los medios a su alcance, busca “la desesperanza y la humillación espiritual” de nuestro pueblo, “6-7-8” ha reunido a un puñado de valientes que honran la profesión y la vocación por la verdad, y por eso sus nombres fueron vivados el viernes por los miles de agradecidos que se sienten interpretados por sus voces. “La mierda oficialista” es algo más que la reapropiación voluntaria y orgullosa del epíteto que fue lanzado con la intención de herirnos: es un milagro de comunicación virtuosa en donde se integran lo irónico y lo didáctico, la mofa leve y el profundo develamiento del interés soez que pretende hacer suya la palabra pública. ¡Qué improbables parecen ahora esas mesas severas de publicanos cariacontecidos por el devenir social, y de tribunos genuflexos ante “la extenuación corporal y la decrepitud de la anemia”! Este enmohecido set televisivo se ha convertido en la “habitación del pánico” visitada por “doctores” y “especialistas” que se someten mansamente al circuito cerrado de sus propios desprecios y prejuicios. Es el último escalón en la pirámide de la idiotez: el de los seres irremediablemente individuales. Afuera, en las plazas, retumban los cantitos aggiornados y las puteadas renovadas que los tienen como destinatarios. Hay alegría, hay “buena onda”, hay miradas que buscan conectar con el hermano desconocido que vive en la otra cuadra o en el mismo edificio, pero también hay preocupación y hay palabras de alerta para no dar ni un paso atrás en todo lo conquistado. Pero, ¿por qué tanto entusiasmo si la batalla es tan desigual y difícil? Nos lo explica, una vez más, Scalabrini Ortiz: “Los más perentorios anhelos populares y los inmarcesibles ideales nacionales, que son tan duros y resistentes como los yuyos del campo, vuelven a reverdecer en cuanto caen cuatro gotas de esperanza”. Desde el 2003 a la fecha venimos bebiendo esas “cuatro gotas de esperanza” que son algo así como el néctar del futuro, una genuina ambrosía del porvenir.
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6 7 y 8 está calando hondo. Está llegando hasta gente que en un principio decía que no le gustaba el programa. Y no es mérito de 6 7 y 8 sino de TN, América, Radio Mitre, etc... Es que es tan patético lo que están haciendo algunos periodistas que se la dejan picando a 6 7 y 8 para que la mande a guardar. Y lo de la autoconvocatoria del otro día es un capítulo aparte. Por la multitud que fue sorprendió a todos los presentes y también a los que no pudimos ir. Se ve que los que nos cansamos de comer vidrios somos muchos.
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